“Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras” Santiago 1: 17. Hace varios años… bueno, muchos, muchos años, mis padres me regalaron un llavero único, con una llave de su coche. ¡Me encantó! Esa llave representaba libertad e independencia. Exactamente lo que ansiaba cuando era una adolescente. Fue el regalo adecuado en el momento adecuado.
Si mis padres me hubieran dado ese regalo cuando tenía seis años, habría sido extraño e inapropiado. Me habría preguntado para qué era y cómo usarlo. Mis padres supieron que regalarme y cuándo dármelo.
En Santiago 1:17 nos dice que Dios nuestro Padre da buenas dádivas a nosotros, sus hijos. No sólo él nos da buenos regalos, sino que él sabe perfectamente qué regalar y cuándo darlo. Sus dádivas no son improvisadas porque se le olvidó que un día especial venía. Sus regalos son en el tiempo correcto.
Cuando tenía cinco años, no podía alcanzar a mi chaqueta que estaba colgando justo por encima de las escaleras de cemento que conducen a nuestro sótano. Pedí ayuda, pero no confiaba que aquellos a los que amaba vendrían a hacer lo que yo necesitaba, cuando yo quería. La caída de esos escalones produjo un ojo negro que se mantuvo durante mucho tiempo.
Muchas estamos pidiendo ayuda a Dios. Estamos pidiendo a gritos algo que necesitamos. La pregunta es, ¿podemos esperar con paciencia, confiando en que su tiempo es perfecto? ¿Podemos creer que él tiene lo mejor en mente y está trabajando a nuestro favor?
Algunas veces nos impacientamos. Queremos lo que queremos y lo queremos ahora. Por lo tanto, cometemos el error de tratar de conseguirlo por nosotras mismas.
¿Hay alguna cosa que sientes que si la pudiera tener, tu vida estaría completa? Si pudieras tener ese trabajo con cierta paga, la vida sería mucho mejor. Si Dios pudiera abrir tu vientre, por fin el vacío se iría. Si él sanara tu matrimonio roto y frío, tu corazón será feliz. ¿Sientes la tentación, como yo, de conseguir esa cosa de cualquier manera posible, incluso con la posibilidad de que podrías terminar con mucho más que un ojo negro?
Hay momentos en los que Dios parece responder “no” o por lo menos “no ahora”. Es ahí, donde nuestros deseos se cruzan con su voluntad, que tenemos que confiar que el Padre sabe lo que es mejor y todo regalo viene de él. Cada vez, en su momento, el regalo es bueno y perfecto.
He visto los regalos perfectos de Dios en mi vida cuando he esperado en él. Esperando por un esposo. Esperando para que él abriera las puertas para el ministerio. Esperando que mis hijos se acercaran a él. Mantengamos nuestros ojos en su historia de fidelidad en nuestras vidas mientras esperamos por sus dadivas buenas y perfectas.
Amado Padre, ¡esperar en ti es tan difícil! Mi corazón quiere que las cosas se muevan, levantarme y tomar medidas. Ayúdame a llevar siempre mis deseos ante ti, sabiendo que siempre tienes lo mejor en tu corazón. En el nombre de Jesús, amén.
Artículo de lectores. Enviado por Padre Joaquin.